173 piezas de artillería, 600 caballos y 10.000 hombres defendían el paso de Pancorbo, no fuera que por ahí les diese por pasar a los franceses cuando decidieron revolucionarse. Soldados, ociosos y vagabundos la defendían, costumbres de la época. Hacía llamarse Siglo XVIII.
De construcción compleja, la fortaleza de Santa Engracia, que poca gracia le haría por santa que era, se dividía en diferentes sectores, el Frente de San Carlos, el cuerpo principal de Santa Engracia, el frente de San Bernardo, etc, mientras se ayudaba de grandes fosos cuyo papel era obstaculizar el avance de los atacantes.
Para llegar a ella es fácil hacerlo en familia, ya que a sus piés hay habilitado un parking que nos permite apenas mancharnos los zapatos. Su visita está acondicionada con vallas, escaleras y paneles explicativos.
Salpicada de pequeñas cuevas, es interesante visitarlas y hacerse a la idea de lo que en su día fueron la panadería, la herrería, la botica, el almacén de ropas, la cocina o la despensa.
Avanzando hacia el Este también estuvimos donde guardaban las municiones, la pólvora y otros elementos de artillería en el Frente de Bureba, por ser el más protegido.
La visita bien puede llevarnos una par de horas, ya que es interesante visitarlo en toda su extensión. Además, siempre podremos relajar nuestra vena contemplativa con los fabulosos paisajes que, a buen seguro, se acabaron odiando allí arriba.