Por las estribaciones occidentales de la Sierra Salbada se halla la cumbre más elevada de este imponente macizo montañoso que marca a lo largo de diez kilómetros la divisoria de aguas entre los sistemas cantábrico y el mediterráneo y señala de forma tan abrupta como visible el inicio de la meseta, en la frontera misma de Bizkaia y Araba.
En esta ocasión visitamos el Eskutxi y Peña Aro, montañas de imponente silueta, como casi todas las cimas de la sierra, que dibujan, con permiso del Moscadero, el límite de Salbada por el noroeste.
Para acceder a su escarpadura partimos del pequeño y recóndito pueblo alavés de Añes, pasando por el portillo de Aro. La pista que faldea la muralla rocosa va ganando altura mientras se aproxima al mencionado portillo.
Para acceder a la meseta antes hay que bordear la imponente Peña de Aro, amenazante, como si en cualquier momento se fuera a desprender y caer ladera abajo.
La panorámica sobre el valle de Ayala, a nuestra derecha, es sencillamente excelente.
Ya en el portillo nos encontramos con el altar que venera a San Víctor, que, con su cabeza en brazos, vigila este tradicional acceso a la llanada situado a casi mil metros de altitud.
En la meseta, la pista por la que hemos accedido a ella sigue recta hacia el sureste. Sin embargo, nuestro objetivo se sitúa a la izquierda. La pequeña pista que parte en esa dirección desde el mismo portillo nos acercará hasta las inmediaciones del Eskutxi, aunque si queremos disfrutar de la panorámica que ofrece la sierra lo mejor es aproximarnos cuanto antes al precipicio. Para ello, abandonamos el camino y ascendemos, a la izquierda, por la cresta hasta alcanzar la peña de Aro. Desde aquí ya podemos ver el objetivo del día.
El acceso al cercano Eskutxi, hacia el Este, se realiza por un sendero cercano a la escarpadura y se convierte en apenas un paseo por un terreno donde, dependiendo de la temporada, nos encontraremos con rebaños de ovejas guardados por mastines. Mejor estar atentos e identificarlos lo antes posible para dar un rodeo que nos evite algún susto. Si les damos terreno no hay problema, puesto que ellos no se alejan demasiado de aquellas a quienes protegen.
Para el descenso utilizaremos el mismo camino. Un excursión muy agradable por un precioso terreno que nos proporciona, si el tiempo lo permite, unas preciosas vistas hasta el mar.