De silueta muy característica, asomando sobre el valle de Ayala, se encuentra el Ungino. Una montaña bella, de esas que cuando la ves desde lejos uno se dice: tengo que subirla.
La ascensión desde Madaria no entraña dificultad, si acaso el desnivel que hay que superar en pocos kilómetros, pero como todo, con paciencia y descaro.
Para subir al Ungino hay que rodearlo por la izquierda. Durante este faldeo podemos divisar el ojo que nos mira atento nuestras progresiones. Más tarde seremos nosotros quienes miraremos a través de esta espectacular ventana.
Alcanzamos el portillo de Atatxa y ya podemos ver la suave loma que nos llevará hasta la cumbre. Curioso cómo una misma montaña puede ofrecer dos aspectos tan diferentes dependiendo por dónde se mire.
Una vez cerca de la cima pasamos justo delante del “ojo del Ungino”, con unas vistas preciosas hacia lo más fondo del valle. Con niebla cerrada habrá que tener mucho cuidado.
Y, por fin, la cima del Ungino, que en días claros ofrece unas vistas espectaculares se mire donde se mire.
Bonita subida a una de las cimas más emblemáticas de la Sierra Salvada