Llegando a Ramales de la Victoria impresiona ver la mole caliza de la montaña que domina este pueblo cántabro, donde se decidió el triunfo liberal en la Primera Guerra Carlista y que por ello se le denomina «de la Victoria».
Casi inexpugnable a priori por su cara Norte, rodeamos este Pico hasta acercarnos a su cara Sur, menos abrupta y donde encontramos el flanco débil que sirve para que todos aquellos montañeros no familiarizados con la escalada puedan encaramarse a lo más alto.
Partimos desde el pueblito de Manzaneda, situado a los piés del San Vicente. Una subida relativamente corta pero dura, ya que en apenas dos-tres kilómetros nos subiremos a su cumbre en una ascensión sin tregua.
La senda transcurre junto a la última casa de esta pequeña aldea. Subimos por un marcado sendero que a veces se difumina entre la hierba y la roca, pero que no es complicado de seguir siempre que estemos muy atentos.
La parte final es la más abrupta y se hace vital no perder los hitos que nos indican el mejor camino para llegar a la cima. Es muy importante seguirlos.
Una vez arriba la prominencia de este Pico hace que las vistas sean impresionantes, con el pueblo de Ramales cayendo a pico unos 900 metros más abajo.
Un vistazo al resto de la sierra.
Y el buzón.
Una subida intensa, sin descanso, pero factible para montañeros acostumbrados a este tipo de terreno. Eso sí, con lluvia y, sobre todo con niebla, ni tocar.